La comunidad ucayalina de Cantagallo desde hace más de 20 años se asentó en la capital. Sufrieron incendios, desalojos y desentendimiento por el Estado. Tales problemas dejaron de ser constantes. Su meta es desarrollarse y darle una nueva opción de vida a sus próximas generaciones.
Casa de la comunidad de Cantagallo. La mayoría de ellas están decoradas con motivos culturales. Fotografía: Diego Ortega.
La comunidad amazónica ha presentado la afección más fuerte durante la pandemia. Durante el encierro, diversas personas han presentado síntomas del Covid-19. El tratamiento con hierbas medicinales ha sido su carta fuerte. A través de la medicina tradicional y ancestral han podido curarse. Han tratado sus afecciones. Las restricciones han frenado sus actividades. Muchos de sus paisanos han huido de Lima para volver a sus pueblos natales en uno de los éxodos del 2020.
A pesar de ello, han podido salir adelante. El uso de sus símbolos y representaciones culturales fueron instrumentos importantes para su solvencia económica. Al tratarse de una comunidad que recién se integra a la ciudad. No cuentan con títulos de propiedad ni previos. La comunidad está lista para emerger y dar las expectativas.
Si bien no cuentan con facilidad de educación, ya que apenas cuentan con algunas escuelas inauguradas por ellos mismos, en donde se alimenta la identidad y pertenencia cultural de su lengua shipibo, cuentan con oficios determinantes para su convivencia. Hay diseñadores, muralistas, artesanos. La comunidad va creciendo, y con ellos surgen emprendimientos como microempresas de textilería, de promoción artística y de servicios de alimentación como pollerías y restaurantes.
Una tienda pequeña de artesanía shipibo en la Comunidad de Cantagallo. Fotografía: Diego Ortega.
La organización de la comunidad ante las deficiencias que presentan, como la exigencia del abastecimiento, el servicio de luz o de agua provocan quejas entre sus integrantes. El Estado aún no tiene acto de presencia en el lugar, salvo por campañas municipales inusuales alentadas por la situación de pandemia o por las continuas elecciones que se presentan.
A pesar de la indiferencia, existen compromisos por parte de otras entidades. La contante de ONG's en la comunidad es costumbre. Las garantías de las actividades que se realizan usualmente necesitan de presupuesto. Las oportunidades de trabajo exigen de presencia y reconocimiento. Las destrezas artísticas necesitan de personas capacitadas. La educación requiere programación y planeamiento. Y la comunidad necesita de salud.
Atender muchas necesidades casi nunca las da el Estado. Ellos entienden que no hay opción para abastecer, pero sí hay acciones determinantes que desencadenan en nuevas opciones para su desarrollo. Esa necesidad es compartida. Cantagallo en el Rímac es otra. No se trata de un grupo de ucayalinos en Lima. Ahora es una comunidad amazónica que recibe a loretanos, madrediosenses, iquiteños y chimbotanos.
Por ahora ellos intentan sobrevivir en Lima. Muchos de los problemas que luchan día a día no toman mucha importancia cuando se tiene a la familia, a la salud y a la cultura. Lo que temen es perder su identidad. Temen convertirse en el monstruo de cemento que les acogió huyendo de la necesidad para buscar una mejor calidad de vida. Abandonando la vida de los árboles, de las aves y de sus casas en su natal Ucayali.
En las calles de la comunidad diversos murales presentan frases. La igualdad es uno de los pilares de su convivencia cultural. Fotografía: Diego Ortega.
Comentarios
Publicar un comentario