
Por: Jairo Rodríguez y Sheram Barzola
A pocos metros del Estadio Olímpico de San Marcos, un conjunto de bloques y chalets de edificios están frente a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la primera universidad fundada en América. Son las dos de la tarde de un sábado, es 31 de octubre, y es de terror. Un ruido empezó a tomar forma desde el estadio. Durante días se han instalado unas mallas delgadas y negras como bloqueadores desde la parte superior del estadio. Desde arriba de los edificios, los vecinos de la Unidad Vecinal 3 no pueden divisar lo que está generando el bullicio. Las telas no permiten ver.
Ese día, se celebró el Festival Halloween Urban Dance, un concierto de reggaetón donde se reunieron diversos cantantes reconocidos del género. La zona albergó durante horas un impacto sonoro insoportable para la hija de Rosalinda Vásquez, madre de una niña autista.
Ser autista es ser intolerante al sonido, su hija puede sensibilizar todo ruido mínimo. Es por ello que escuchar a Don Omar le pone angustiada a diferencia del público que está en el estadio. No puede ponerse tampones. Se los quita, se los saca y llora. Pide ayuda. Y aunque grite tan fuerte, el ruido no parará. El concierto acabó al día siguiente, cerca de la una de la madrugada. Cuando cayó el día de los Santos, fue el día del descanso para sus oídos.
Solo unas semanas atrás, el estadio sanmarquino se preparaba para ser sede del tan ansiado concierto de música electrónica, encabezado por The Weeknd, como parte de su gira “After Hours Til Dawn”. Tal fue la expectativa ante este evento musical que se agotaron en su totalidad las entradas puestas a la venta para ver al artista canadiense interpretando sus mejores y más aclamados temas. Como parte de los preparativos, las autoridades de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos no dudaron en autorizar al equipo técnico del evento musical, a desarrollar sus pruebas de sonido, un día viernes, durante el desarrollo de clases de miles de estudiantes.
Aquel viernes 20 de octubre, los salones de las Facultades de Letras y Ciencias Humanas, Ciencias Administrativas, Ciencias Sociales, Ciencias Biológicas y Educación tuvieron que soportar los embates producto del impacto de las ondas sonoras en la infraestructura, que generaban la vibración de las estructuras metálicas y ventanas. Vicisitudes que impedían un correcto proceso de aprendizaje alumno-docente. Este fue el escenario que vivió Jhosep Calderón Guillén, estudiante de la Facultad de Educación, quien fue testigo de cómo las pruebas de sonido perjudicaban el desarrollo normal de las clases.
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Las molestias que provocan los sonidos del estadio olímpico de la universidad es el efecto troncal del problema. Alrededor de ella, cada evento de cada fin de semana, es como un estilo de vida. Es evitar estudiar, divertirse, distraerse o relajarse. Los vecinos usualmente no pueden movilizarse con vehículo. Una larga cola de asistentes inunda el paso. Desde la vereda hasta la pista, se aglomeran muchas personas al paso de una fila de policías que enrejan toda la avenida de ingreso.
Los residentes tuvieron que instalar unas rejas para evitar que la aglomeración se pueda establecer entre los jardines de la unidad vecinal para beber o fumar.
César Santamaría, vocero de la Unidad Vecinal 3, menciona que le es difícil caminar por esos días de concierto, porque está lleno de ambulantes, público y basura. Incluso algunos vecinos han sido víctimas de robo.
Esta problemática sigue vigente, aunque admite que ha mejorado la situación. Desde hace más de un año Santamaría ha empezado una continua campaña con los vecinos de la unidad. Desde octubre ha frecuentado reuniones con constantes gremios estudiantiles y fiscalizadores de la Municipalidad de Lima para la evaluación continua de los decibeles sonoros durante los conciertos.
Para ello, durante la realización de este reportaje, se intentó contactar con Mariela Falla, agente de fiscalización de la Municipalidad de Lima, quien estuvo presente en algunas evaluaciones sonoras en el momento que se realizaban los conciertos. Hasta el momento no ha emitido ningún pronunciamiento o respuesta al caso hasta el cierre del reportaje. Sin embargo, el equipo logró acceder mediante una petición de acceso a información pública a los reportes de fiscalización que se emitieron.
En estos informes elaborados y evaluados por la Municipalidad de Lima (fueron dos que se emitieron a lo largo del 2022 al 2023), y en ambos se concluye que el área de la Unidad Vecinal 3 es la más afectada.
Según el plano de zonificación de Lima Metropolitana, la unidad vecina adyacente al estadio es una zona residencial. Y no es para menos, ya que el umbral de sonido de los conciertos llevados a cabo en el estadio de la Decana de América, exceden ampliamente el límite de decibeles (DB) permitidos en la zona. Tal y como está señalado en la ordenanza municipal 893 - MML, normativa que establece, regula y ofrece un intervalo de decibeles en el estadio y sus alrededores, tomando en cuenta los intereses y el bienestar de todas las partes involucradas.
Según el cuadro, esta zona tiene límites de ruido entre 60 decibelios en un horario diurno, y 50 en el nocturno. Sin embargo, en ambas evaluaciones se supera el límite. En el primer informe, realizado el 30 de septiembre del 2022, fecha donde se realizó el concierto de Marc Anthony se registraron valores de 69, 74 y 77 decibelios. De la misma forma, el primero de abril del 2023, fecha en donde se realizaron uno de los conciertos de Grupo 5, se alcanzaron valores de hasta 77 decibelios en el horario nocturno.
Sonómetro de un fiscalizador marcando 77.4 decibeles durante el concierto en el estadio Olímpico de San Marcos cerca de las 10 de la noche.
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Ahora está atardeciendo, César Santamaría se ubica delante de un colegio para niños especiales, autistas y con síndromes. Apunta con el dedo la hoja en la que aparece el nombre de la persona que le demandó por usurpación y secuestro: la rectora actual de la universidad, Jerí Ramón.
En el papel se detalla el compromiso con su propia firma. Es el oficio D000661-2023, y se comprometía a que los conciertos no sobrepasen las 11 de la noche, que el nivel de presión sonora no exceda de 60 decibeles, y después de las 10 de la noche, 50 decibeles. Básicamente a obedecer la ordenanza municipal.
A pesar de ello, los conciertos realizados aún sobrepasan los límites de ruido y culminan más tarde de lo acordado. La rectora se comprometió, y en caso omiso a ello, se le aplicaría la multa y clausura definitiva para el uso de conciertos o eventos, e incluso perder la licencia de funcionamiento.
Al cierre de este reportaje, desde la entrevista con Santamaría, el estadio sigue funcionando como residencia de eventos. Existen fechas establecidas para próximos eventos. Y en su mayoría siguen presentándose los mismos problemas con los vecinos.
Tras la recopilación de pruebas en contra del mal uso que se hacía del recinto ubicado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, César Santamaría, en alianza con los vecinos de la Unidad Vecinal que representa —y el férreo apoyo de Marcos Tello, presidente de la Federación Universitaria de San Marcos—, presentaron los documentos ante la Municipalidad de Lima. La entidad recepcionó las evidencias, las sometió a un profundo análisis y falló a favor de los vecinos de la Unidad Vecinal 3, los estudiantes y docentes que estaban en desacuerdo con la realización de las pruebas de sonido en días laborables, con las consecuencias que ello acarreaba.
Notificación de cargo para proceder con la multa y clausura del Estado de San Marcos en el mes de septiembre.
La mesa estaba servida, el estadio de San Marcos había sido clausurado y debía realizar el pago de 19 mil 800 soles a manera de indemnización por el incumplimiento y la nula aplicación de las directrices planteadas en la ordenanza municipal antes mencionada. Pero esta noticia solo sería el inicio de lo que se avecinaba, como la bola de nieve que crece con el transcurso del recorrido, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos debía hacer frente a su responsabilidad y responder por la clausura impuesta hacia una de sus propiedades.
Agrupaciones musicales de talla nacional e internacional tuvieron que reprogramar o cancelar, de último aviso, todas las presentaciones que se habían planeado en el estadio olímpico.
La primera banda en ser perjudicada fue “Manowar”, grupo emblema del metal puro y duro, que tenía previsto realizar una presentación el 14 de septiembre como parte de su gira . Tras la difusión de la noticia relacionada al cierre del estadio, Manowar anunció a sus fanáticos que únicamente se cambiaría la locación, ya que la fecha no se modificaría. El lugar escogido fue la Arena 1 de la Costa Verde.
En esa misma línea, el grupo Agua Marina vio afectado su evento musical con motivo de su aniversario número 47, con fecha y lugar 30 de septiembre. Tras diálogos con personal administrativo de la universidad, la página oficial del grupo hizo de carácter público que la nueva fecha sería el 25 de noviembre, 26 días después de lo previsto. Aunque finalmente, el concierto no tuvo lugar.
A través de una llamada telefónica, tras los hechos acontecidos, Anderson García, sociólogo especializado en urbanismo de la misma universidad, menciona que estos problemas seguirán porque no existió ni existe una planificación para este tipo de eventos, que en su mayoría, debieron ser oportunamente planificados.
Las licencias que brindan eventos con un mayor frecuencia sonora son pésimas debido a que nunca hubo un plan de habilitación de lugares de esparcimiento, que idealmente deberían estar en zonas alejadas de las zonas transitadas.
Es más, el Estadio Olímpico de San Marcos está habilitado exclusivamente para deporte tal como indica su nombre, OLÍMPICO, pero actualmente no cumple con su rol principal.
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Son las 8 de la mañana, y a Elvis Leyva le toca uno de los cursos prácticos que lleva en la Escuela de Educación Física en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Entre atletismo y fútbol, le toca desarrollar su disciplina en un campo espacioso, de libre tránsito y sin molestias. Lo ideal sería el estadio que alberga su universidad, pero hasta el momento pocas veces ha podido tocar su pasto sintético. Ahora le toca llegar a una cancha ajena lejos de la ciudad universitaria.
Prácticas de estudiantes de Educación Física de la UNMSM en una cancha ajena.
Está pensando y recuerda una de las pocas veces que pisó la cancha. Fueron unos pocos minutos, y no estaba solo con su grupo de salón. Al costado, unos hombres vestidos de polos manga larga y cascos sucios. Se inclinaban a lo lejos para armar el escenario de un próximo concierto.
Según Leyva, para poder acceder a la cancha, es necesario un permiso que tiene que envíar el docente. Pero que desde que se realizaron eventos cada fin de semana, no se les permite. Se queja, y alza su voz. No deja de nombrar uno de los artículos del Vicerrectorado Académico de Pregrado (VRAP) de su universidad. Se calma y vuelve a respirar.
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Son las dos de la tarde, y hace un calor sofocante. Todo el sol está iluminado, y Elvis Leyva concluye su marcha delante del edificio Jorge Basadre, lugar donde se ubican todas las oficinas administrativas de la universidad, incluida la oficina de la VRAP. En la puerta se acumulan alrededor de cinco guardias. Tras localizar el rastro, vienen desde la puerta 4 y 5, y se estampan para que los estudiantes no ingresen.
Uno de los derechos que todo estudiante debe gozar es el aprovechamiento de todas las instalaciones que tiene la universidad, figura en una lista de más de diez derechos y deberes del estudiante en su página web de la VRAP.
Se van los estudiantes, y es horario de almuerzo. Una señorita que no se identifica me atiende. Menciona que la VRAP es la encargada de direccionar, más no de ejecutar. No son los responsables. Menciona que lo que se debería buscar es al administrador ejecutor.
Durante media hora entre oficinas y aclaraciones, nadie quiere ser responsable, nadie quiere dar nombre, y el paseo es infinito. El final del camino es la oficina de Dirección General de Administración (DGA), solo para mencionar que para realizar una entrevista es necesario una solicitud simple.
Durante la realización de este reportaje, la misma oficina lleva 42 días sin atender un pedido de transparencia sobre los gastos, presupuesto y el historial de multas del estadio Olímpico de San Marcos. A pesar de todas las vías posibles, en ningún momento se pudo contactar con algún responsable de la dirección administrativa. Y no es el único caso que se presenta la misma situación, diferentes estudiantes que estuvieron estudiando el caso, junto con Santamaría, presentan el mismo problema. Muchos de ellos egresan, y se olvidan de la situación crítica del estadio.
Epílogo: Aquí no hay responsabilidad alguna
Hace unos días, antes del cierre del reportaje, Leyva comunicó que pudieron realizar una reunión administrativa sobre el uso del estadio con la rectora. Aún no presentan un informe. Pero la rectora ha dejado en claro que el tema del uso del estadio no le corresponde.
Desde el bloque de los vecinos, muchos de los que no quisieron brindar su nombre, salvo el vocero, Santamaría, lo que les espera es que el verano del siguiente año sea frustrante, porque no habrá clases. No habrá quejas, y se quedarán solos contra la universidad.
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